Feubracio Amirantis Controvertido médico y musicólogo turanio embebido de sapiencia en todo su cuerpo y de bellosidad delicada, nacido en los tiempos de la era postnuclear. Aquel momento en el que la humanidad discutía si Demócrito había sido el responsable del holocausto nuclear o bien los fabricantes de microondas caseros al abusar de la producción en masa. Fue en ese contexto, hacia 2930, en el que se dedicó al estudio de la medicina y la música en la Universidad Hipocratis Molto Vivace de su país natal, Turania Comunista, hasta su exilio en el 2997.
Su mayor aporte al mundo de la ciencia se basó en sus ensayos sobre los efectos de la música sobre la salud integral del ser humano. Para ello realizó un experimento de observación del comportamiento del cuerpo con respecto a estímulos puramente vibracionales en forma de música. No se le ocurrió mejor idea que prestar atención a las reacciones voluntarias e involuntarias de los espectadores de un teatro en el que se estuviera presentando una obra musical. Sostenía que las vibraciones mientras más sublimes eran (cuando estas reverberaban en el alma de la persona) el cuerpo respondía con un reflejo condicionado eliminando las sustancias tóxicas que estuvieran perjudicando la salud del individuo. Ya fueran estas, tabacoides, alcoholoides, monóxido de carbono, hidrocarburos, cocacoloides, hamburguecenos y progresistenos. De esta manera comprobó que las toses de las personas en los teatros se debían directamente al efecto de la música sobre su metabolismo. Este era un efecto exitoso de la obra sobre el alma del individuo contrariamente, a lo que según se pensaba, las toses eran una respuesta ante el tedio que producía la obra en la persona. Mientras más toses se escuchaban en el auditorio mas efectiva era la obra independientemente de si el espectador juzgara de buena o mala a dicha composición. No sólo se limitó al escrutinio de las toses si no también de las personas que estornudaban, eructaban, pedaban, se levantaban al baño y hasta los que llegaban a vomitar. Las personas que se quedaban dormidas también experimentaban un estado de reposo óptimo para la recuperación de la salud. Se dio con que, por ejemplo, la Coral número uno de Bach había producido en un auditorio de 3000 espectadores hasta 1.457 toses, 2321 eructos por cada movimiento a diferencia de las cuatro estaciones de Vivaldi que sólo arrojaron tres eructos y una tos fuera de programa. En otros casos en obras Wagnerianas o Strawinskianas el malestar que las personas experimentaban tenía que ver con un proceso metabólico que el espectador tenía que soportar hasta el final de la obra para llegar a la recuperación definitiva. Aquellos que se levantaban de sus butacas abandonando la sala dejaban el tratamiento incompleto y con el peligro de contraer una infección mucho peor de la que traían (neoclasiscismo) y podían llegar a convertirse en críticos musicales de renombre. En el estreno de la consagración de la primavera de Igor Strawinsky se produjeron el mayor número de vómitos espontáneos dentro y fuera de la sala. La crítica se valió del fenómeno para desperestigiar al maestro destruyéndolo públicamente cuando en realidad la obra había sido un éxito, a juzgar por aquellos que en perfecto estado de salud disfrutaron de la obra con la sensación de haber presenciado un capítulo de la eternidad en aproximadamente una hora y cuarenta y cinco minutos. En otra oprtunidad una persona aseguró haber experimentado en estado cataléptico una visión de Buda junto a Subrammaniam y haberse curado un herpes durante el estreno de “Dolorosa” de Peterix Vasxs.
Este descubrimiento le llevó a crear un sistema de composición musical al que denominó sistema vibratoinmunológico en el que encontró resultados sorprendentes. En su obra cumbre “Aeternum Verba” los espectadores entraron en un sueño profundo sin dejar de escuchar nunca la música de la obra. Tuvieron todos una experiencia fuera de su cuerpo y vieron confundirse sus cuerpos con las cuerdas de cada instrumento sintiéndo que ellos mismos eran la música. Al terminar la obra la sala era un mar de heces, vómito, orina y demás fluidos. Extrañamente ninguna persona se escandalizó y salieron ordenadamente en un silencio sepulcral como en ninguna otra función, con la mirada perdida y con la sensación de habitar un nuevo cuerpo. Rebosante de salud ciertamente. Por supuesto todo esto, sin saberlo.